lunes, 16 de febrero de 2009

El fraude del baile flamenco actual. Por Eva Peña, profesora de baile flamenco.

Así, defraudados, es como nos sentimos muchas de las personas que amamos el baile flamenco y que trabajamos cada día en él, que le dedicamos mucho esfuerzo y luchamos por sacarlo adelante ejerciendo la durísima labor de la enseñanza.
Muchos de los profesores de baile flamenco con los que he tenido oportunidad de hablar últimamente coinciden conmigo, ―me viene a la memoria mi maestra en Jerez de la Frontera, Mª del Mar Moreno―; ¡cómo se quejaba hace poco de lo ingrata que es la enseñanza! Los profesores se sienten agotados y desmotivados por la prisa que tienen los alumnos en aprender rápido y estar enseguida en los escenarios montando su propio espectáculo o su propia compañía. Esto se traduce en el bajísimo nivel que podemos ver ahora sobre las tablas y es realmente decepcionante para los profesionales y para el público en general que se siente timado.
Quizá sea éste un problema más profundo en cuanto a que los programadores no busquen calidad sino cachés más baratos, o que los festivales o bienales exigen estrenos absolutos y se trabaja deprisa llegando al escenario sin la maduración que un montaje necesita. Pero éste es otro tema y quizá sea un mal social muy generalizado: el triunfo rápido y el "todo vale". 
Yo me voy a centrar en el aspecto puramente artístico, siempre desde mi punto de vista, con toda humildad, resultado de muchas charlas con grandes flamencos, después de recorrer muchos teatros, festivales y fruto de la experiencia de dedicar mi vida al baile.
Hay un gran elenco de bailaor@s actuales que dejan mucho que desear y los estamos viendo en los escenarios a menudo. Creo que es una falta de respeto hacia el público, artistas haciendo lo justo, incluso menos de lo justo, con una técnica muy poco trabajada, como decía recientemente en otro artículo, abusando de los cierres porque es aplauso seguro. Esto es algo de lo que más se quejan los críticos y que podemos leer en cantidad de crónicas, "abuso excesivo de cierres". Bailaoras moviendo sin parar el vestido o la bata de cola de una forma totalmente artificial que resulta "mareante" para el espectador que espera ansioso que se pongan a bailar, pero acaba el espectáculo y nos hemos quedado con las ganas. En los zapateados no se arriesga porque no están trabajados, no hay técnica de pies, y en cambio se busca una velocidad absurda con zapateados fuera de compás, pérdida de equilibrio, tambaleos, sin claridad de tacones, ni plantas, sin un sonido limpio. En los brazos hay un escaso e incluso inexistente sentido de la estética, la elegancia, la belleza o la expresividad. De todo esto y mucho más se lamentan los grandes maestros, comentan que los actuales bailaores "tienen mucho que mostrar y poco que decir, incluso a veces no tienen nada que mostrar". Todos los que admiramos y respetamos el baile tenemos en la cabeza la maravillosa guajira de Merche Esmeralda, cargada de sensualidad, elegancia, con una cadencia perfecta, la soleá de Manuela Carrasco con una fuerza difícil de superar, la farruca de Antonio Gades, el martinete de Mario Maya, las espectaculares manos de Cristina Hoyos, la soleá del mantón de Blanca del Rey, la expresividad de Carmen Cortés o la maravillosa fuerza y maestría de Carmen Amaya. Quizá sea el momento de que los bailaores volvamos la vista atrás y estudiemos a los grandes. Tristemente es difícil encontrar en el panorama actual bailaor@s de calidad que sean capaces de aportar algo nuevo. Hay mucha mediocridad a veces enmascarada en una ficticia modernidad. Por supuesto nos queda el alivio de las grandísimas excepciones, cómo ya señalaba hace unos días, Eva la Yerbabuena, la mejor bailaora actual, no se la pierdan bailando el mirabrás con bata de cola y mantón: sublime. También destacaría a Isabel Bayón, bailaora que está demostrando un alto nivel y demuestra que en la sencillez está la belleza.
María Pagés, bailaora que ejecuta un baile de gran belleza, con unos fantásticos brazos, un gran nivel técnico, expresivo, con una modernidad muy bien ejecutada y estética impecable.
En el panorama masculino me resulta mucho más difícil destacar a alguien. Después de haber tenido unos grandes bailaores, los creo actualmente en total decadencia. Yo me quedaría con un bailaor que admiro mucho, a saber, Adrián Galia, hijo de la bailaora "La China", actualmente profesora de la prestigiosa escuela "Amor de Dios" en Madrid.
Adrián hace un trabajo serio, es un maravilloso bailaor además de un grandísimo maestro. Fue primer bailarín de la Compañía de Cristina Hoyos y actualmente está al frente de la compañía que formó Antonio Gades. A destacar el espectáculo de Merche Esmeralda, con Belén Maya, hija de Mario Maya, recientemente fallecido y Rocío Molina, que es la gran promesa del baile actual. Tres generaciones de mujeres con estilos muy diferentes que están muy bien complementadas y bailan maravillosamente. Y por último destacar nuestro espléndido Ballet Nacional Español, con un altísimo nivel de todas sus integrantes, es un placer para los sentidos verles hacer tan buen baile. 
Me gustaría acabar con unas palabras de Blanca del Rey, una gran bailaora que lleva el tablao "el Corral de la Morería" en Madrid, dónde da oportunidades a jóvenes artistas y dónde se la puede ver bailar alguna noche: "cuándo prostituyes el arte, te has prostituido a ti también, y es mercadería pura y dura, es echarle agua al vino, porque tú eres arte y formas parte del mismo. Cómo se puede estar rezumando un espíritu, un sentimiento, si llevas las manos por aquí y los pies por allí. Lo de los pies es una habilidad que desarrollas, es fácil hacer pies, sólo tienes que meterte en un estudio y hacer habilidad, el arte es otra cosa. El estar sin parar es una huida y lo fácil para arrancar aplausos. Pero yo no entiendo cómo se baila hoy. Así el artista no se va a encontrar consigo mismo, ni como persona ni como artista, ni como creador. El estremecimiento interno que sientes cuando bailas es lo que transmites. Bailar es la borrachera de los sentidos".